Los cambios tecnológicos, económicos y sociales han trasladado a un primer plano de la actualidad la necesidad de desarrollar y actualizar los contenidos que conforman lo que conocemos como competencias digitales.

Ser ciudadanos informados, capaces de interpretar, analizar y reflexionar sobre imágenes o mensajes audiovisuales e informacionales, estar preparados para comprender el valor de las TICs y lo que es más importante, ser capaces de interpretar la información que de ellas se desprende, se ha convertido en un requisito imprescindible para determinar lo que se conoce como “grado de maduración tecnológica”.

Una formación de calidad, en materia de competencias digitales, enfocada desde la necesidad de desarrollar el pensamiento crítico de los alumnos, implica la adopción de nuevas capacidades que cubran los requerimientos de esta nueva fase de alfabetización mediática.

Porque la competencia digital no sólo proporciona la capacidad de aprovechar la riqueza de las nuevas posibilidades asociadas a los retos que plantean las tecnologías digitales, sino que resulta clave para facilitar la integración en clave de aprendizaje permanente.

Tanto desde la educación formal como desde la no formal, los formadores debemos trabajar para desarrollar la competencia digital desde la óptica de una transformación que convierta la información en conocimiento, ofreciendo los recursos necesarios para lograr un aprendizaje motivador e inclusivo que responda a un marco de referencia común que facilite el desarrollo de itinerarios formativos coherentes y evaluables.